martes, 17 de agosto de 2010

Bandeja de plata

Hay gente que cree que ya que comer es algo indispensable para estar vivo, no es necesario prestarle atención, es automático, como respirar (aprender a respirar y a ser consciente de la respiración es algo que intento cada cierto tiempo también, ojo, pero por ahora le hago más caso a la comida). Pero no soy sólo detallista en lo que a comer respecta cuando estoy en casa o al ir de paseo por el Barrio Chino (buscando productos que me inspiren un poco), sino también cuando voy a algún restaurant.

Una vez sentada, no me parece de mala educación preguntarle a los mozos, al fin y al cabo, para eso también están. Caso contrario, todos los restaurantes pondrían una de esas cintas giratorias que te alcanzan la comida (que están de moda en algunos lugares).

La atención es lo primordial y es recompensada con una propina. Claro que muchos creen que como se sabe que en este país los sueldos no son buenos, es un deber el otorgarla. En mi caso, pese a haber sido explotada con las pagas impunes en otros tipos de empleos, sigo pensando que no es un deber, sino un premio. Mejorar los sueldos de la población es algo que excede el tema propina o no propina.

El arte de ser un buen camarero lo he observado en mis viajes a Lima. No se trata, como acá, de cuántos platos puede el caballero o la dama memorizar sin ayuda de una libreta, como si fuera un juego de show familiar de domingo por la noche o de un tradicional repechaje; sino de modales, buena atención, simpatía, discresión y una correcta descripción de los platos de la carta.

Es más, no logro entender cómo eso no ocurre en los bares o restaurantes de moda de Capital. Si los platillos predilectos se encuentran redactados por poetas frustrados, con más razón se necesita a alguien que los traduzca amablemente.

Por ahora, aún me entiendo bien con los camareros, pese a que algunos amigos míos dicen que los vuelvo locos preguntándoles detalles y que solo zafo debido a que soy mujer y me amparo en el estereotipo de la mina histérica. No, no somos machistas, para nada...

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