domingo, 12 de septiembre de 2010

Veo veo ¿Qué no ves?

No es algo que nos adviertan al darnos los resultados del test vocacional, ni al empezar la carrera, ni nuestros padres. Los profesores lo ocultan, pero lo sufren en secreto porque a ellos también les pasa. Nuestra familia, pese a descubrir en el día a día los riesgos de la profesión en lo que a horas de sueño respecta, no se da o no quiere darse por enterada ¿A qué me refiero? A que el mundo para alguien que ha estudiado diseño, arte o algo relacionado con la imagen, se vuelve frustrantemente asimétrico. Ir al peluquero es un suceso que genera inconformidad, comprar una prenda, mejor ni contarlo...

La mirada se agudiza y la persona se convierte en una molestia para la sociedad. Porque ver lo que otros no ven, puede estar bueno o no. Es incómodo molestar al peluquero cuando se le pide un tijeretazo más o es un peligro para la persona misma si se arriesga a pelearse uno a uno con las tijeras en el baño de su casa con tal de arreglar el corte estrenado momentos antes.

Porque ver lo que otros no ven puede implicar pedir que te cambien ese pulover tan lindo que compraste la semana pasada y que la vendedora te mire con cara de "¿De qué estás hablando Willys?".

Lo imperceptible se vuelve perceptible y no está mal, ya que sigue siendo más fácil que darse cuenta de algo que no es factible de probar con reglas y centímetros; algo no mensurable como la vanidad, la insensibilidad o la falta de atención que sufrimos a veces los seres humanos.

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