viernes, 24 de septiembre de 2010

¡Hijo de tu madre!

Recuerdo haber leído sobre asumir lo femenino, valorar nuestra sensibilidad, y todo lo que ser mujer implica. También soy consciente de haber escrito acerca de ello.

Tampoco tengo nada en contra de las publicidades de toallitas. Pero hay días en los que lo último que quiero es que me recuerden lo bello de ser mujer, simple y llanamente porque no me consuela lo suficiente.

Esos días, como hoy: soy misógina. Hoy, digamos todos: no a las mujeres ¡Óvulos artificiales y pantalones para todos!

Los hombres no se depilan, no se maquillan, no se tiñen. Dice la voz popular que no es necesario, agrega que los metrosexuales son gays encubiertos. Concluye en que mientras más viejos, más añejos y codiciados; y mientras más calvos, más experimentados y exitosos.

¿Para qué seguir peleando contra esas falacias? ¡Si no puedes contra ellos, úneteles! Vamos para adelante con el cambio de sexo.

Ningún machista que te mande a la cocina si te ve manejando, ni babosos que te griten "mamita" al esquivar con tacos los pozos de nuestras dañadas veredas urbanas.

¡Sí, mamita! Algún día voy a ser mamita ¡Como la tuya! Que no te parió para que andes baboseando como un objeto a otras como ella.

Sí, mamita voy a ser algún día, y por ello cada veintiocho tengo que bancarme un cocktail emocional y que todavía se hagan los graciosos preguntando el resto del mes si una está en "esos días".

Mamita... ¡Ay, mamita! ¡Qué bueno y que malo que vos y papá no me hicieron hombre, como ellos!

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