miércoles, 12 de mayo de 2010

La conspiración detrás de las palabras II

Ok, supongamos que Pepe, Luis, Juana o Samanta... te quiere a su manera.

Imaginemos por un segundo que te convencés absolutamente: te quiere con el amor más profundo que puede llegar a sentir un ser humano. Entendés que él (tengo que ponerle un sexo, pero podés elegir una ella si te resulta más útil) realmente está enamorado de vos pero... es tímido, es lógico, es racional, es artista, es un pensador lateral, es innovador, es desprejuiciado, es desestructurado, es moderno, es liberal, es conservador, es... FRÍO.

¿Frío? Nah, porque excusas o motivos sabés encontrar y podrías defender al más cruel de los ladrones si de ello dependiera tu felicidad ¿podrías?

En el fondo sabés que cuando hablás con tu mejor amiga, que lo insulta llamándolo "helado insulso sin latidos cardíacos", no le pedís silencio o que se retracte. Le preguntás a ella su opinión porque aunque vos lo defiendas, querés que alguien llame las cosas por su nombre: FRÍO.

Lo seguís intentando y descubrís que encontrar mejores justificaciones no es tan difícil y que auto-convencerse es cuestión de entrenamiento. Digamos que te creés y te creo: el pobre de Pepe te ama pero no sabe expresar su amor como para que a vos, naive encubierta de feminista, te conmueva.

Sí, creo que puede haber formas muy distintas de manifestar lo que nos pasa. Aunque después de tantas vueltas dadas en tu cabeza y corazón, ya te has dado cuenta que algo te duele… ¡Algo no funciona!

No, no pasa por rebajar los sentimientos más puros a una mera cuestión utilitaria: se trata de ser honestos con nosotros mismos. Él te ama, pero como te lo demuestra ¿te sirve?

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